Mi primer safari
Hace algunos años decidí viajar distinto, con esto me refiero a viajar a destinos menos convencionales, a lugares remotos, llenos de fauna y naturaleza, de gente y costumbres diferentes. No sabía cómo iba a ser mi primera experiencia, tenía nervios de lo desconocido, de un mundo que todavía no había visto ni sentido, de un mundo ajeno a mi entorno de todos los días.
Ese viaje fue un safari en África, específicamente a Tanzania. Mi acompañante, Mikel, una persona apasionada y experta de este tipo de viajes y que varios años después se convirtió en mi marido. Todo desde el principio fue un gran aprendizaje.
Volamos de Madrid al aeropuerto de Kilimanjaro en Tanzania, haciendo escala en Amsterdam. Fueron alrededor de 11 horas de un vuelo tranquilo sin contratiempos, en la mayoría de esas horas pensaba e imaginaba cómo iba a ser el mundo que me iba a encontrar.
¡Por fin llegamos a nuestro destino!, un aeropuerto sencillo. En inmigración me pidieron el carnet de vacunación y pagar el visado por la entrada al país, así sellaron mi pasaporte y me permitieron la entrada al país. Era mi primer sello de un país africano, había llegado lejos viajando. Luego obtendría el de Rwanda y el Congo, pero esa es otra gran aventura.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, comenzamos nuestro safari. Habíamos viajado en temporada de lluvias en el mes de mayo, el clima era templado. Nos subimos a un 4×4 abierto, esto permitía que al entrar a los parques nacionales pudieras ver la fauna por todos lados. El primer parque nacional que visitamos fue el Tarangire, que se caracteriza por los árboles baobabs y las manadas de elefantes que mayoritariamente encuentras.
Y hablando de elefantes, ese fue mi primer encuentro con la fauna salvaje, en el 4×4 volteando a mi derecha estaba una manada de elefantes, lo que me separaba era el vehículo y unos 10 metros de distancia. Mi corazón se aceleró, nunca había visto animales salvajes tan, tan cerca y tan, tan hermosos.
Y así íbamos recorriendo el parque buscando animales, nos encontramos con jirafas, avestruces, dik diks que son unos antílopes pequeñitos con unos ojos grandes, pájaros tejedores, etc.
Terminamos la jornada pasada la hora de la comida y nos dirigimos al campamento donde pasaríamos la noche para descansar de una jornada intensa. La vista era fantástica, desde el campamento podíamos ver el lago Tarangire.
Recuerdo mucho la noche que pasamos ahí, el cielo estaba completamente estrellado y cuando digo completamente, es literal, era un cielo nocturno espectacular para mirarlo y admirarlo.
Al día siguiente la jornada comenzó nuevamente a primera hora de la mañana, abandonamos el Tarangire y nos dirigimos hacia el norte al Parque Nacional del Lago Manyara. En el Manyara pude ver mis primeros hipopótamos en estado salvaje, jirafas, búfalos que eran diferentes a los americanos que yo conocía, cientos de flamencos y un rinoceronte negro, sólo uno, que para su desgracia y la nuestra están hoy casi extintos.
Seguimos nuestro camino, nos detuvimos en un poblado masai. Gente alta, delgada y vestidos con prendas de colores llamativos, rojos, azules, rosas, morados y vistosos collares, pulseras y aretes. Sus casas o manyattas estaban hechas de ramas, barro y estiércol de vaca.
Estaban llevando a cabo una celebración así que danzaban y daban unos saltos realmente altos al aire. El masai que saltaba más alto mostraba su vigor y valentía.
Abandonamos el poblado masai y nos dirigimos al campamento en el Serengeti donde pasaríamos la noche. Ese día recuerdo el atardecer, como los atardeceres de películas, de fotos, de documentales con un sol enorme que ardía y se iba escondiendo poco a poco hasta desaparecer.
Una vez más al siguiente día, la jornada comenzaba a primera hora de la mañana, a estas alturas había entendido que para tener la mayor oportunidad de ver animales salvajes había que hacerlo temprano por la mañana porque son las horas más frescas del día en donde las fauna se mueve, al mediodía los animales buscan refugio o se tumban a descansar. Por la tarde cuando el sol empieza a bajar junto con la temperatura, los animales nuevamente comienzan a moverse.
Entrábamos al Parque Nacional de Serengeti, patrimonio de la humanidad y reserva de la biosfera. Lo que distingue al Serengeti son las llanuras interminables que en época de lluvias lucen verdes y en esta misma época grandes concentraciones de ñus, cebras y gacelas de Thompson emigran hacia el sur y son el plato fuerte de predadores como leones, hienas, guepardos y leopardos.
El Serengeti es abrumador, su tamaño, su fauna, sus paisajes, el aire, todo es realmente espectacular. Íbamos en busca de los animales, nuestros primeros encuentros fueron con esas manadas interminables de ñus y cebras cruzando el camino, la gran migración, un fenómeno único en el mundo donde más de un millón de animales se ponen en movimiento y tuve la gran oportunidad de verlo.
En los siguientes días nuestros siguientes encuentros fueron con los felinos, el primero de ellos fue con una leona que se escondía entre la hierba y los árboles, después caminó y nos encontramos con sus crías. Seguimos el camino y nos fuimos encontrando más leones llamando a las leonas en celo. A los estilizados guepardos, los animales terrestres más veloces del mundo. Todos, todos siempre viéndoles muy cerca, casi los podías tocar.
Fuimos en busca de leopardos, animales difíciles de ver porque se esconden en los árboles. Después de mucho buscar y esperar lo encontramos posado, descansando en un árbol, un animal realmente hermoso. La espera había valido la pena.
El siguiente día fue espectacular, los rastreadores habían encontrado a una leona que había cazado un búfalo y fuimos a su encuentro, vimos cómo ella y sus crías devoraban aquel animal, cómo crujía cuando masticaban los huesos, una escena y experiencia impresionantes. El broche de oro fue un espectacular arcoíris, el más grande y completo que he visto, atravesando las grandes llanuras del Serengeti.
Al siguiente día comenzamos la etapa final de nuestro viaje, bajamos hacia el Cráter del Ngorongoro una de las mayores calderas volcánicas del mundo. El cráter se considera una de las áreas más reducidas donde es posible ver a los cinco grandes, los cinco animales más representativos de África: el león, el leopardo, el elefante, el búfalo y el rinoceronte y ¡a todos los vimos!. Al terminar la jornada volvimos a nuestro campamento que se encontraba en las faldas del cráter y en donde hay una de las mejores vistas que el viajero puede desear.
Esa noche mi aventura, mi primer safari llegaba a su fin. Un viaje lleno de aprendizaje, grandes emociones, del descubrimiento de un mundo nuevo que paradójicamente había estado ahí siempre, antes que cualquiera de nosotros. Al principio pensaba que ese mundo era ajeno a mi y no, no lo era, soy parte de este maravilloso y frágil planeta que sólo me invita a descubrirlo, asombrarme, cuidarlo y respetarlo. A partir de ese viaje mi manera de viajar cambió y mi manera de ver el planeta también, no puedo estar más feliz de haber querido vivir una experiencia diferente a todo lo convencional y sobre todo darme cuenta que había un enorme planeta por descubrir ahí afuera.